
La relación entre el CEO de la compañía de coches eléctricos y el actual presidente de EEUU tiene un gran impacto en la evolución de la empresa, que se encuentra en plena tendencia bajista.
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El 5 de noviembre de 2024, mientras los mercados digerían la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, un valor en Wall Street despegaba con una fuerza imparable. En apenas seis semanas, Tesla pasó de cotizar en 242 dólares a alcanzar su máximo histórico de 488 dólares por acción, un salto del 100% en menos de dos meses.
Para muchos inversores, esta subida fulgurante era la prueba del poder de Trump en los mercados y de su alianza con Elon Musk, quien no solo había financiado generosamente su campaña, sino que incluso compartió escenario con él como si fuera su candidato a vicepresidente. Sin embargo, la magia se esfumó rápido. Desde su pico en diciembre, Tesla ha perdido un 40% de su valor y se encuentra en plena tendencia bajista. Suficiente para que su capitalización bursátil se haya desplomado en más de 400.000 millones de dólares en apenas dos meses.
Tesla, atrapada en su propio juego
El mercado del vehículo eléctrico no está pasando por su mejor momento, pero el caso de Tesla es particular. En Alemania, las ventas de la marca cayeron un 60%, en Francia un 63% y en España más de un 70%. En Estados Unidos, California, su feudo por excelencia, registró una caída del 36% en las ventas del Model 3, su segundo vehículo más importante. Al mismo tiempo, otros fabricantes como Volkswagen están aumentando sus cifras de ventas en el mismo periodo. Esto deja sobre la mesa la pregunta de si la caída de Tesla es un fenómeno general del sector o un problema específico de la empresa y de su fundador.
Musk, en los últimos meses, ha cambiado de perfil público. De ser el visionario de la tecnología ha pasado a convertirse en una figura política que genera fuertes reacciones. Su apoyo a Trump ha sido explícito, llegando a compartir escenario con él en la campaña electoral y financiando de forma generosa su candidatura.
Además, ha mostrado simpatía por políticos controvertidos en Europa, como Alternativa por Alemania, lo que ha generado rechazo entre los consumidores progresistas, quienes, en gran parte, conformaban la base de clientes de Tesla. En el Reino Unido, donde la opinión de Musk también es bastante negativa, las ventas de Tesla han bajado solo un 12%, una cifra menor en comparación con Alemania. Esto sugiere que hay otros factores que afectan a la empresa más allá de la percepción de su fundador
La caída de Tesla no es solo un asunto de imagen. Las decisiones de Trump también han afectado directamente al negocio de los vehículos eléctricos. La administración republicana eliminó una subvención de 7.500 dólares para la compra de estos coches, lo que redujo los incentivos para los consumidores. Aunque en teoría esto podría haber favorecido a Tesla, ya que la ayuda beneficiaba sobre todo a nuevos competidores, en la práctica ha desincentivado la compra de eléctricos en general. Al mismo tiempo, Trump ha declarado abiertamente su apoyo a la industria del petróleo, algo que choca directamente con la filosofía de la compañía de Musk.
Una empresa que no se reinventa
Sin embargo, no toda la responsabilidad de la caída de Tesla recae sobre la relación entre Musk y Trump. La empresa también ha tomado decisiones que han influido en su rendimiento. Su producción se ha reducido debido a la adaptación de sus fábricas para el lanzamiento del nuevo Model Y, lo que podría haber frenado sus ventas temporalmente. La compañía ha apostado fuerte por la inteligencia artificial (IA) y la conducción autónoma, con una inversión del 21% en tecnología de IA solo en el último cuatrimestre. Esto podría posicionarla bien a largo plazo, pero en el corto plazo, los retrasos y la transición de modelos han generado dudas en los inversores.
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Otro punto clave es el cambio en la dinámica del mercado. Tesla ha pasado de tener el monopolio de los vehículos eléctricos a enfrentarse a una gran competencia. En Estados Unidos, su cuota de mercado ha caído por debajo del 50%, y eso sin contar con la llegada masiva de modelos chinos, que podría acelerar su declive. Si bien la empresa sigue cotizando con una valoración optimista, con un PER (relación precio-beneficio) de 140 veces sus beneficios cuando la media del S&P 500 está en 22, la presión sobre sus resultados es cada vez mayor.
Elon Musk ha demostrado en el pasado que es capaz de dar la vuelta a situaciones adversas, pero el entorno actual es diferente. Tesla necesita no solo recuperar su ritmo de ventas, sino también reconquistar la confianza de los inversores y consumidores. A corto plazo, todo apunta a que Musk deberá elegir entre seguir jugando a la política o centrarse en lo que realmente hizo de Tesla una empresa revolucionaria: la innovación.