
El pasado lunes Donald Trump pasó de las amenazas a los hechos confirmando la entrada en vigor de aranceles del 25% a México y Canadá y del 10% a China. Es cierto que 24 horas después postergó durante un mes las tarifas de entrada para los automóviles mexicanos y canadienses. Pero este retraso es un mero parche que no impide asegurar que la guerra comercial ya está aquí.
De hecho, los tres países afectados ya han anunciado represalias en la misma línea. Una pugna que alcanzará a Europa, que sigue en el foco de Trump, y que será perjudicial para todos, empezando por EEUU. No en vano, los economistas indican que las tasas abocan al país a un IPC del 4% y a descensos trimestrales del PIB. Unas predicciones que no se pueden tildar de alarmistas, ya que los aranceles impulsarán los precios y limitarán el potencial del comercio para el crecimiento. Así, por ejemplo, los vehículos de mayor demanda costarán a los estadounidenses 11.500 dólares más de media por las tasas. Pero, por desgracia, el impacto de la guerra comercial está lejos de ceñirse a EEUU.
Muy al contrario, esta pugna amenaza con restar casi tres puntos de PIB a la UE, lo que podría llevar a la región a la recesión. En cuanto a la economía mundial, el recorte sería de un tercio (1%), dejando el crecimiento del PIB global por debajo de la barrera de los tres puntos, escenario que se considera a efectos prácticos, casi equivalente a la recesión. Queda así patente el severo golpe que el PIB mundial recibirá con esta guerra comercial iniciada por Trump. Un impacto negativo que llegará además acompañado de un impulso de los precios, lo que impedirá a los bancos centrales acometer los recortes de tipos previstos para estimular la actividad.