
- La Fed ha desatado las alertas de recesión y el dólar está retrocediendo
- Las amenazas de aranceles hunden las exportaciones y suben los precios
EEUU lleva meses en ‘shock’ por el precio de los huevos. Donald Trump prometió bajar su precio durante la campaña electoral, pero la realidad es muy diferente: los precios siguen disparándose, renuevan máximos históricos cada semana, y los supermercados se dividen en dos grupos: los que han dejado de vender huevos, y los que los ofrecen a un dólar la unidad, 12 dólares la docena. Los diputados y senadores llevan semanas escuchando a ciudadanos furiosos por los precios, y los aranceles a sus principales socios comerciales no van a hacer sino empeorar la situación. Y el mayor perjudicado de esta crisis va a ser el dólar, que puede sufrir una ‘tormenta perfecta’.
La Reserva Federal lleva días encendiendo las alarmas. Los últimos informes de la economía de EEUU van todos en la dirección contraría: los precios de los productores están subiendo, la demanda de bienes está cayendo a niveles de recesión, la confianza del consumidor se hunde, la compraventa de vivienda se ha enfriado y las exportaciones van a la baja. Una combinación que ha llevado a la estimación ‘en directo’ del PIB de EEUU que hace la Fed de Atlanta a hundirse cinco puntos en cuestión de días: de un alza del 2,3% a una caída del 2,8%. Una recesión ‘exprés’ en apenas mes y medio en la Casa Blanca.
La situación es paradójica, porque Trump hizo campaña defendiendo un fortalecimiento del dólar, que acompañó con la contradictoria (y absurda) advertencia de que el hecho de que el dólar se fortaleciera no debería suponer el debilitamiento del resto de monedas. Pero Trump no tendrá que cuadrar el círculo de sorber y soplar a la vez: sus medidas, empezando con los aranceles, tienen el efecto de debilitar el dólar, por un simple motivo: están recalentando la inflación en su propio país.
Las estimaciones de los impuestos a México y Canadá, que entrarán en vigor esta misma noche, son suficientes para provocar escalofríos. Tomando como referencia los niveles previstos hasta ahora, la mayoría de la gasolina, que EEUU importa de Canadá, pasará a ser un 10% más cara. Por su parte, los coches, sufrirán una subida de precio que va de entre unos 3.000 dólares a más de 10.000 dólares por vehículo, según el porcentaje de fabricación en México y Canadá que tenga cada uno. Y eso son solo dos de las categorías que más afectan a los ciudadanos de a pie: prácticamente todo el mundo sabe cuál es el precio diario de la gasolina al centavo.
Bajar la inflación… con aranceles
Precisamente, uno de los grandes argumentos de los republicanos durante los últimos años contra el Gobierno de Joe Biden fue señalar a la inflación. Las ayudas masivas durante el covid y el atasco de las cadenas de suministro provocaron un acelerón inflacionario que se sintió en todo el mundo. Prácticamente todos los países que han celebrado elecciones en los últimos dos años han visto fuertes castigos contra los partidos que estuvieran en el gobierno, por ese motivo. Y EEUU no fue una excepción.
Una de las promesas más exitosas de Trump en la campaña fue recordar a la gente que, en su anterior mandato, la inflación estaba baja y la comida costaba menos. Y prometió, como es dado a hacer, cosas imposibles: no solo la inflación dejaría de subir, sino que los precios bajarían a los niveles que tenían en 2019. Y mucha gente lo compró, desde luego más que suficiente para decantar unas elecciones que se decidieron por 1,5 puntos de diferencia.
El problema es que las políticas económicas anunciadas por el presidente son completamente contradictorias con su objetivo. Los aranceles tienen un efecto completamente inflacionario: los productos que no se puedan sustituir serán más caros, porque los consumidores tendrán que pagar un impuesto adicional por ellos; y los que sí sean reemplazables sufrirán también subidas de precio, ya sea porque los los consumidores se verán obligados a comprar un producto que antes rechazaban por ser más caro que el importado, o porque los propios fabricantes estadounidenses aprovecharán para subir sus precios y ampliar márgenes. Pese a que todos los economistas lo tienen muy claro, tanto Trump como su asesor principal en comercio, Peter Navarro, insisten en que los aranceles no causan inflación y, en todo caso, insisten en que las subidas de precios serían «transitorias». Algo que, de ser así, sería la primera vez que ocurriera a tal nivel.
A eso se añaden las represalias de países extranjeros. China ha impuesto aranceles a las exportaciones estadounidenses, y Canadá lleva semanas preparándose para los aranceles con una campaña soterrada de boicot a los productos vecinos. El resultado es que, según los datos preliminares de la Fed, las exportaciones estadounidenses se han desplomado, pasando de un alza interanual del 4,3% en la estimación de principios de febrero a registrar una caída del 2,7% en la de hoy: un hundimiento de 7 puntos en un mes. Y las exportaciones están cayendo más que las importaciones, que siguen disparadas, lo que aumenta el daño a la moneda verde.
Así, EEUU vive una combinación letal: precios más altos y menos demanda externa de dólares. La moneda ya está cayendo contra sus rivales, y si Trump se sale con la suya, el resultado será aún peor. La pregunta es si los ciudadanos que le votaron para que bajara el precio de los huevos estarán de acuerdo con el efecto real de sus políticas.